viernes, 20 de marzo de 2009

Cuentos sobre los alimentos

Cuentos infantiles sobre los Alimentos
Espero que os ayude en la dificil tarea de alimentar bien a vuestros. son cuentos que se pueden contar dependiendo de lo que se vaya a comer en ese momento.

La lechuga

En casa de Teresa había un bonito huerto dónde su abuelo Tomás plantaba todo tipo de verduras: rábanos, pepinos, habas, espinacas, acelgas, calabacines y árboles frutales; había un naranjo, un olivo con hermosas aceitunas, y un gran limonero que daba unos limones muy jugosos.
Y como a Teresa le gustaba mucho la ensalada, además de coliflor, alcachofas y berenjenas, su abuelo plantaba muchas tomateras y también muchas lechugas.
Todas las mañanas, Piopí, un pajarito pequeñín, se daba una vuelta por el huerto y desayunaba hojitas de lechuga.
El abuelo, cuando las veía picoteadas se enfadaba mucho, no se imaginaba que lo hacía Piopí.
Un día de fiesta que no tenía que ir al colegio, Teresa se levantó muy temprano y fue a dar una vuelta por el huerto, y allí, comiéndose las lechugas estaba Piopí.
-Así que eres tú, pajarito, el que destroza las lechugas de mi abuelo,¿sabes? está muy enfadado.
-Hola, me llamo Piopí y me las como porque tengo hambre.
-Está bien Piopí, haremos una cosa, todas las mañanas, antes de irme al cole cogeré una hoja de lechuga y te la pondré en este platito, así no tendrás que picotearlas todas.
-Vale, Teresa, yo tampoco quiero que tu abuelo esté enfadado.
Y a partir de entonces, todas las mañanas, Teresa preparaba el desayuno a Piopí y de paso hablaba un rato con él.
El abuelo Tomás no podía ni imaginar cómo su nieta había solucionado el problema de las lechugas.

Se acabó.


Los guisantes

Esta es la historia de Pablito, un niño de 5 años al que no le gustaban las verduras, ni las endibias, ni los puerros, ni las coles de Bruselas, pero lo que nunca se comía eran los guisantes.
Su madre se los ponía con el arroz, con el pescado, otras veces con jamón...pero Pablito siempre los apartaba y no se los comía, lo extraño era que él nunca los había probado, así que no podía saber si estaban buenos o malos.
Un día fue con sus padres a una gran casa de campo a la que fueron invitados. Había otros niños, así que Pablito se lo pasó muy bien hasta que, persiguiendo a una ardilla se perdió en un frondoso bosque.
Estaba desconcertado, no sabía cómo volver, allí no había nadie que pudiese ayudarle...pero miró hacia arriba y allí, en una rama estaba la ardilla.
-Hola,¿cómo te llamas?
-¿Sabes hablar?
-Pues claro.
-Me llamo Pablo y me he perdido, tengo sueño y mucha hambre, ¿puedes ayudarme?
-¡Sígueme!
Y la ardilla llevó a Pablito a una pequeña casa abandonada que había en un claro del bosque.
-Hoy podrás dormir aquí, encima de este montón de paja y mañana, cuando amanezca, te llevaré con tus padres.
-Pero... ¡tengo hambre!
-Espera, ahora vuelvo.
La ardilla fue al pequeño huerto que había detrás de la casa y cogió lo único que había, vainas llenas de deliciosos guisantes.
-¡Abre la boca y cierra los ojos!
El niño tenía tantas ganas de comer que hizo caso a la ardilla.
-¡Qué bueno está esto! ¿qué es?
-Algunos les llaman chícharos, ¿quieres más?
-Sí,¡qué ricos!...¡pero parecen guisantes!
-Sí, eso es, guisantes, ¿te gustan?
-Están muy buenos,¿puedo repetir?
La ardilla cogió muchos guisantes y se los dio a Pablito hasta que éste quedó satisfecho.
A la mañana siguiente la ardilla acompañó al niño a la casa de campo dónde se encontró con sus padres que estaban muy preocupados.
¿Sabes qué es lo primero que les dijo Pablito?
- Mamá, papá, esta noche quiero guisantes para cenar.
Final feliz.


Los pimientos

En las tierras del tío Matías había un huerto de pimientos, verdes y colorados; vivían muy felices, recibían los rayos del sol para crecer a sus anchas y agua suficiente para desarrollarse sanos y jugosos.
Hasta que un buen día Matías apareció en el huerto con un pulverizador y fumigó las matas de pimientos.
Estos empezaron a encontrarse mal, se sentían sucios y no podían respirar como antes...¿qué había pasado? ¿por qué Matías les había echado pesticidas?
Un pimiento colorado muy hermoso decidió ser el portavoz:
-¡Vayámonos de aquí! Hasta ahora vivíamos felices y sanos hasta que nos cosechaban, pero nuestra nueva vida es desagradable, no podemos soportar ese veneno.
Un pequeño pimiento verde le contestó:
-¡Hagamos una manifestación!
Con la ayuda de los tomates, las babosas y los caracoles hicieron una gran pintada en la blanca pared del huerto:
Por favor, no nos envenenes
Cuando el tío Matías leyó el mensaje y vio que los pimientos se habían descolgado de las matas se quedó muy sorprendido:
-¡No tenía ni idea de que os afectaran tanto los pesticidas! ¡pobrecitos! Ahora mismo os voy a echar una buena cantidad de agua para que quedéis bien limpios y nunca volveré a fumigaros, os lo prometo. Mi huerto será el más sano de la comarca.
Y así, los pimientos y los demás habitantes del huerto del tío Matías volvieron a crecer sanos y felices.
Se acabó.


El Tomate

Un pequeño tomate colgaba de una tomatera, estaba muy triste y no dejaba de llorar.
Cerca de él había un hermoso tomate rojo que le preguntó:
-¿qué te pasa tomatito?
-¿no me ves? soy pequeño, duro y muy verde, ¡los niños no me quieren comer!
El hermoso tomate le dijo:
-No llores, pequeñín, en pocos días eso estará solucionado, ahora eres verde, duro y pequeño porque aún no has madurado pero pronto te convertirás en un gran tomate colorado con gran cantidad de vitaminas y los niños estarán deseando comerte.
-¿de verdad?
-Claro, hace poco también yo era como tú, pero mi tomatera ha sido bien regada y me ha dado mucho el sol y fíjate cómo me he puesto...¡mira! creo que ya vienen a por mí.
-Mamá, mira que tomate más rico, ¿lo puedo coger?
-Claro que sí, te lo voy a poner en la ensalada.
Y tal y como había dicho el hermoso tomate rojo, el pequeño tomate verde fue haciéndose más y más grande hasta llegar a ser el tomate más hermoso y colorado de la huerta.
-Mamá,¿has visto? es el tomate más grande y rojo que he visto nunca.
-Es cierto, es tan grande que podré hacer ensalada para toda la familia.
¿Imagináis cómo estaba el tomate?
¡Muy, muy contento!
Fin.

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